Definitivamente la libertad es una opción y una responsabilidad que a veces ni siquiera dimensionamos. Estamos acostumbrados a que alguien decida siempre por nosotros y nos conformamos con simulacros de libertad dentro de los márgenes establecidos socialmente.
Poco a poco vamos aceptando que otros se preocupen por las cosas que nos atañen directamente, y dejamos que la vida sea un silencioso avanzar entre reglas preestablecidas, pétreas e incuestionables. Así nos vamos acostumbrando a que otros digan lo que no nos atrevemos a mencionar, a que otros se encarguen de nuestra seguridad, a que otros decidan qué podemos ver, o qué es conveniente para nosotros.
Así aceptamos que la injusticia postergue a muchos, mientras unos pocos disfrutan de lo que todos construimos. Así comenzamos a creer que es justo que algunos dirijan y otros obedezcan; así se va construyendo una sociedad a la medida de los privilegios de unos pocos.
Aprendemos a aceptar, a hacer de la sumisión un estado permanente y cómodo frente a la posibilidad de controlas nuestra vida y cada vez más nos vamos condicionando por el lugar que ocupamos en la sociedad, por los más o menos contactos que tenemos, por el dinero que ganamos, por el nivel de estudios que alcanzamos, por el lugar en qué vivimos y callamos, callamos y otra vez callamos.
Pues bien, la libertad se inicia precisamente a la salida de ese camino de silencio. Pero aquí no hablamos de simulacros, no hablamos de tomar en las plazas o pasear por La Moneda como transeúntes despistados, no hablamos de gestionar proyecto culturales con migajas del Fondart o de generar espacios para elegidos, para unos pocos que se aferran a su pequeños mundito de simulacros.
Hablamos de decidir hacia donde queremos llevar nuestra vida sin limitaciones económicas o sociales; hablamos de compartir, de creer y crear hasta las últimas consecuencias, de socializar y distribuir para hacer de la libertad un derecho real. Hablamos de poder elegir lo que deseamos, hacer cosas sin engaños, pero también hablamos de la responsabilidad de administrar esa libertad para que todos tengan acceso a ella.
Esa responsabilidad, esa posibilidad de hacernos artífices de nuestra vida cotidiana, comienza en la forma que nos relacionamos con quienes nos rodean; comienza en la forma en que nos organizamos diariamente para cubrir nuestras necesidades.
¿Por qué aceptamos trabajos alienantes?¿Por qué aceptamos competir en vez de compartir? ¿Por qué aceptamos que nos mientan a destajo cada día?¡Por qué aceptamos siempre la respuesta de que las cosas siempre han sido así? Lo hacemos en gran parte, porque es cómodo, porque no implica riesgos, porque es más fácil aceptar y callar, decir: “ellos saben más”, “tienen mejores ideas que yo” o simplemente “ellos tienen el poder y el dinero”. Revelarse, liberarse, también es luchar un poco contra nosotros mismos; y la mejor forma de hacerlo, es junto a otras personas, a través de la solidaridad y el apoyo mutuo: es es la autogestión.
No necesitas que te financien, no necesitas que te digan como hacer las cosas, ni sobre qué puedes hacerlas, definitivamente no necesitas jefes, ni subordinados, esa es la apuesta autogestionaria: hacer de nuestros proyectos un territorio liberado.
La autogestión implica entender que antes de sacar partido de lo que otros necesitan, es mejor poner a disposición de todos lo que construímos diariamente. Autogestionar es organizarse horizontalmente, sin autoridades, sin elegidos ni iluminados. Autogestionar también implica comprender que si nuestros proyectos no se desarrollarn y se articulan mutuamente, estaremos creando ghetos o burbujas que no hacen más que crer nuevos simulacro de libertad. Si la autogestión no es un proceso social que se expande y toma nuevos desafíos, es sólo otro muerto que camina.
La autogestión está lejos del mundo de las ganancias, está lejos de las estrellas del rock o de las multinacionales, está lejos de las grandes empresas, está lejos del poder. La autogestión es un proyecto simple, porque en forma simple nos relacionamos, porque sin grandes artificios se van construyendo nuestras relaciones cotidianas. Porque estamos seguros de que te interesa tanto como a nosotros conocer siempre quien está del otro lado.
No quremos una sociedad donde unos pocos tienen la posibilidad de crear y construir, mientras el resto somos simples espectadores. Todos tenemos capacidades que muchas veces se ahogan por no tener un espacio, o simplemente porque no luchamos por construirlos.
Cualquier momento es bueno para comenzar a tomar las riendas de nuestras vidas, para hacer pequeños esfuerzos que nos acerquen a un mundo más justo donde sólo el hombre, sus necesidades y sus sueños, sea la medida de las cosas, no el dinero, el poder o la fama.
Tú no sólo tienesn la posibilidad de crear, tú tienes la responsabilidad de hacerlo. Tú no sólo tienesn la posibilidad de ser libre, tienes la responsabilidad de serlo.
Compañeros mas@punk